Por Redacción Comunicación
Hoy por hoy la Universidad Nacional de Rosario (U.N.R) ha dejado de ser pública. O al menos eso demuestra la situación actual de los proyectos que tendrían que constituir una herramienta para que los estudiantes no se encuentren con trabas de tipo económico, a la hora de cursar una carrera. Las propuestas que apuntan a una mejora en el transporte interurbano para estudiantes universitarios y al establecimiento de un comedor destinado a ellos (menúes accesibles para aquellos que no gocen de una holgada condición económica) se encuentran hoy en día estancados. Esto genera como consecuencia directa una deserción estudiantil que día a día arroja cifras cada vez más altas.
A través de un trabajo de campo que incluyó entrevistas a miembros de algunas agrupaciones políticas estudiantiles, Patricio Flintas de Franja Morada, y Agustina Felizia de ALDE, y al Secretario Estudiantil, Pablo Alessandroni, pudimos recoger datos, opiniones, propuestas y pensamientos acerca de esta situación que afecta al ámbito de la Universidad y que se orienta básicamente hacia esos dos proyectos nombrados anteriormente.
Hoy en día, la conformación de un comedor universitario en la ciudad de Rosario, significaría para algunos estudiantes un alivio económico, ya que se podrían adquirir menúes de lo más variados y saludables a costos asequibles, como ocurre, por citar un ejemplo, en la Universidad de Córdoba, donde el menú estudiantil cuesta alrededor de tres pesos. La cuestión del comedor universitario ya se ha tratado anteriormente, pero el modus operandi para llevar adelante este plan no fue el adecuado.
La Universidad antes contaba con un sistema de becas en el que se entregaba a los beneficiados una suerte de cartón que los habilitaba para desayunar, almorzar y/o merendar en la facultad. El problema era que sólo podían hacerlo en un bar que estaba situado en el área urbana de la ciudad universitaria, por lo que se veían obligados a trasladarse hasta el mismo. Es decir, lo que los becados ahorraban en comida, terminaban gastándolo en colectivo. En reemplazo de esta medida, la Federación Universitaria de Rosario (FUR) decidió entregar a aquellos alumnos un bono que podían canjear en los supermercados adheridos a este plan. Así, ya no se trataba de un sistema de becas para el comedor universitario, sino que se transformaban en becas para alimentos, lo que hacía más amplio su campo de utilización.
Como se dijo anteriormente, la otra parte de esta temática la ocupa el sistema de becas de transporte, que, dicho sea de paso, tampoco contó en sus orígenes con una modalidad adecuada, sino que la forma en la que este beneficio se llevaba a la práctica era más bien compleja. En este sentido los estudiantes becados debían presentar las tarjetas que habían utilizado, y en ellas debía aparecer el origen de su recorrido y el destino al cual se dirigían. El inconveniente principal que esto presentaba era que esas becas contemplaban únicamente el trayecto hasta la facultad y sólo en los horarios de cursado de cada alumno. Hoy en día la Universidad les otorga a dichos estudiantes una tarjeta que cubre hasta dos viajes por día para que ellos las utilicen según su criterio. Estos fueron los proyectos que rigieron o funcionaron en la U.N.R, los cuales tuvieron sus falencias y críticas, aunque sus intenciones siempre apuntaron al beneficio de los estudiantes cuyas oportunidades estaban reducidas.
Ahora bien, una vez analizado esto, resta saber por qué la Universidad no adopta las medidas necesarias para frenar la deserción estudiantil, otorgando el tan ansiado medio boleto para el transporte público interurbano y concretar la construcción de un comedor universitario que incluya precios más convenientes. La respuesta es simple: no pasa únicamente por una decisión de tipo institucional, sino que el papel de la política local resulta fundamental a la hora de la ejecución de estos planes.
Si bien el comedor estudiantil es un proyecto que compete más a las instituciones educativas, es cierto que parece prácticamente imposible separar al órgano político de esta cuestión. Pero también es cierto que en otras provincias existen universidades que poseen este tipo de instalaciones desde hace muchos años, entonces cabe preguntarnos por qué en la ciudad de Rosario, que no tiene motivos para envidiar condiciones a las provincias de Córdoba, San Luis, La Pampa, por citar solo algunos ejemplos, esto parece cada vez más lejano.
Si es dificultoso separar del proyecto del comedor estudiantil al ámbito político local, más lo es todavía aislarlo de la temática del medio boleto, en el que juegan un papel importantísimo las diferentes franquicias correspondientes a la ciudad de Rosario. Este constituye el principal argumento que esbozan las autoridades políticas para demorar cada vez más la puesta en práctica de estas ideas. Hasta el momento la prioridad la tienen los colegios, ya que los alumnos de primaria y secundaria sí poseen determinados descuentos en los transportes públicos. Lo mismo sucede con los jubilados, que también cuentan con ese beneficio, de la misma manera que aquellos que poseen capacidades reducidas.
Por ahora entonces, los estudiantes universitarios deben adaptarse a los vaivenes de la política de turno y continuar con sus estudios como puedan. De esta manera se ve que la falta de iniciativa, compromiso y decisión política y social hace que estas propuestas demoren cada vez más en concretarse, en salir de los papeles y hacerse realidad de una vez por todas. Mientras tanto, una buena cantidad de alumnos debe volver a su casa, simplemente porque no le da el bolsillo…
domingo, 31 de mayo de 2009
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